1/09/2012


En los últimos días uno de los temas que generó interés en las redes sociales fue un comercial sobre cerveza que, bajo el título “Igualismo”, muestra dos grupos de personas, uno con varones, el otro de mujeres, listos a enfrentarse en el campo de batalla bajo consignas derivadas de desajustes en las relaciones de pareja.

En el momento de la presentación, la retahíla de reclamos es utilizada como arenga por quien lidera cada bando para enardecer los espíritus en combate. Cuando llega el momento de la lucha, frente a la atracción ejercida por una persona del otro sexo, no sólo se desvanecen las demandas, sino que se vuelven a recorrer patrones culturales que estigmatizan comportamientos de hombres y mujeres.

El gran inconveniente del aviso es que bajo la máscara de la igualdad se presenta el pensar feminista como antagónico al machismo, cuestión que rebela no sólo desconocimiento por parte de quienes diseñaron la estrategia creativa, sino que descalifica la historia de un movimiento que, históricamente, ha ido en búsqueda de equidad, justicia y respeto.

En la cadena de desacuerdos, se manifiestan estereotipos socioculturales que reproducen el modelo de mujer castradora, destinataria final de las tareas domésticas, que manipula, materialista, sumisa, como si fuese un resumen de lo que, contrariamente, no son más que parte de las estigmatizaciones que le han impedido desarrollarse en forma libre. Los varones, representados como incapaces de una relación justa, aparecen desconocedores de los valores humanos de la esencia femenina.

Todas estas interpretaciones en un momento en el que la violencia patriarcal y la trata de personas por comercio de sexo –flagelos de dos de las violencias, entre varias, que sufren las mujeres en su condición de tales- toman un estado público propicio para sensibilizar sobre las actitudes frente a graves problemáticas que atañen a toda la sociedad.

El aviso de la marca de cerveza –reconocida por el carisma de sus publicidades- con amplia llegada al público y, especialmente, popular entre la juventud, ignora la oportunidad de poner en debate el hecho de que es a través de la disparidad de poder ejercida por el machismo que varias mujeres no acceden a puestos jerárquicos en sus carreras laborales, que tantas de ellas son golpeadas por sus parejas cuando muestran atisbos de independencia, que otras se comercializan como objetos para satisfacer el deseo sexual de los varones y que, en la mínima reducción de lo cotidiano, sufren la imposición de un mandato de belleza insalubre.

¿Qué sucede cuando en lugar de claridad a un tema social trascendente se lo reduce a situaciones que, en pos de la hilaridad, manipulan la predisposición en lo gracioso de las situaciones planteadas? El hecho de que, alguna vez, cualquiera de quienes observan el aviso haya repetido tales consignas, muestra cuán presentes están los modelos patriarcales, adaptados como herencia adquirida que se propaga cual verdad natural.

A pesar de su título, el comercial perpetúa las diferencias. Concluir en la idea de que la paridad entre hombres y mujeres sólo se puede obtener luego de una guerra o que el pedido de reivindicaciones va en desmedro de otras personas excepto si se sucumbe a la seducción, muestra cuán largo es el camino que aún queda por recorrer no sólo en cuanto a la conciencia social sino también en lo que respecta a la capacitación sobre estas cuestiones en las carreras publicitarias.

NOOR JIMÉNEZ ABRAHAM


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